¿Estamos dispuestos a mentir? Empieza el curso y los profesores de filosofía preparamos nuestras programaciones. Visualizamos las clases. Imaginamos contenidos, actividades, proyectos… Le damos vueltas a cómo implementar las teorías pedagógicas y las leyes que nos obligan a que los alumnos conviertan sus habituales cuadernos en auténticos “porfolios”… Tema 1: ¿Qué es la filosofía? ¿Por qué estudiarla? ¿Cuáles son sus características? Evaluación inicial… ¡No, perdón! Evaluación diagnóstica…
Llegados a este punto, todos, sin excepción, vamos a hacer girar nuestra explicación en torno a una cantinela que es siempre la misma, incuestionable e indiscutible: la filosofía “nos hace críticos”. ¿Puede el crítico dudar de la necesidad de la crítica? Puede, pues lo contrario sería una posición dogmática. Debe, porque incluso el que así piensa no hace otra cosa que desarrollar un planteamiento filosófico. Quiere, porque la filosofía evita que nos manipulen.
¿Estamos listos para volver a reproducir las mismas proclamas ideológicas que nos hacen útiles al sistema? No solo la filosofía sigue siendo necesaria para la vida democrática, sino que es más urgente “que nunca”. Hay tanta “información”, y tan fácilmente accesible… ¿Quién nos va a enseñar a desenvolvernos con ella? Respuesta obvia: el filósofo, que tiene en su mano las herramientas conceptuales para ello; el filósofo, que lleva décadas asumiendo como propios los dogmas pedagógicos; el filósofo, que se ha hecho cargo de la tarea de justificar el sistema democrático; el filósofo, que enseña a debatir; el filósofo, que introduce a los alumnos al maravilloso mundo de la psicología; el filósofo que vive del reconocimiento de sus alumnos, de su fascinación, de su seducción; el filósofo, que ha renunciado a hacer filosofía y ha puesto por delante la necesidad de reconocerse en el seno de los planes de estudio, de los ideales pedagógicos, de las teorías sociales y económicas.
¿Estamos listos para empezar bien el curso? ¡Venga, vamos a contar mentiras!
Alfonso Gracia 